El sueño es uno de los grandes misterios de nuestra mente y de la evolución. ¿Por qué surgió? ¿para qué sirve? ¿qué significados encierra? Desde que la humanidad tiene memoria de sí misma se les atribuye, a los sueños, un sentido arcano. No siempre recordamos nuestras ensoñaciones, pero cuando lo hacemos creemos encontrar en ellas algún mensaje escondido, cual si el sueño fuera una botella y el inconsciente un inmenso y profundo mar que la empujase hacia la playa de nuestra consciencia con el mensaje dentro.
Interpretar los sueños ha sido una necesidad de la psique humana para mejor interpretarse a sí misma. En épocas pasadas, de pensamiento más mítico, los sueños eran premoniciones, avisos, apariciones de espectros....a principios del siglo XX, época de mayor racionalidad, o, mejor sería decir, de fe en la razón, se cambió el ritual del chamán en torno a una hoguera por el diván del psicoanalista. La Escuela de Freud hizo uso de la asociación para tratar de desvelar el significado escondido de los sueños.
Más tarde la neurociencia hizo añicos, aparentemente, con su experimentación, tanto las visiones míticas del pasado como las de tiempos más modernos al mostrar claramente que las ensoñaciones se producían a partir de descargas neuronales aleatorias desde las zonas profundas del cerebro hacia la corteza. Esto quitaba significado a los sueños. Todo sentido habría que encontrarlo a posteriori, como algo creado por el intérprete de Gazzaniga, por ese homúnculo sui generis que trataría de dar coherencia a una montaña de imágenes mentales dispersas e inconexas.
El hecho es que las imágenes mentales que surgen a partir de las descargas neuronales (aparentemente) aleatorias podrían no estar tan desvinculadas. Y esto nos lleva a la función del sueño de consolidar la memoria de las vivencias del día anterior, ....o de los días anteriores.
Una descarga neuronal que llegase a la corteza podría incidir en un determinado punto de la misma sugiriendo en la mente una determinada imagen mental (no siempre una imagen tal como la que interpretamos a partir de la luz que incide en la retina, puede ser acústica, sensorial...). Esta imagen (formada por un grupo de neuronas) estaría vinculada más estrechamente a unos subconjuntos que a otros dentro de la corteza. Por supuesto dicha vinculación se habría establecido en parte a lo largo de toda una vida de experiencias y a partir de unos circuitos prefigurados por los genes, pero la descarga entrante en la corteza, al seguir la vía de menos resistencia, activaría preferentemente los grupos de neuronas vinculados. Muy probablemente las vivencias recientes, recién grabadas en forma de redes aún difusas, se convertirían en una red más fuerte, al reforzarse las sinapsis en sus neuronas por el mecanismo de Hebb. Esto haría que se consolidase su recuerdo. Sucedería la cosa, digámoslo así, entre bastidores, mientras que en el escenario de la mente, en el sueño propiamente dicho, se “percibiría” un conjunto de imágenes mentales en sucesión que, con la debida interpretación, parecerían tener un significado oculto y "sensual".
Así las descargas “aleatorias”, al incidir en la corteza, activarían redes que se verían reforzadas con dicha activación, que a su vez crearían sueños plenos de significado –si bien no mensajes en una botella. Esto tiene bastante “sentido”, puesto que no cabe esperar que las redes que se formen en un cerebro humano carezcan de funcionalidad. Deben necesariamente servir a la supervivencia del organismo en un entorno social y natural sumamente complejo (especialmente el primero). Por ello han de ser consistentes y coherentes con lo que hay afuera. La necesidad las moldea.
El diván de Freud era un buen lugar para entregarse a siestas diurnas (permítaseme la expresión, Freud hablaba de sueños diurnos). Sus pacientes seguían el método marcado por el Doctor de libre asociación y, al hacerlo, ponían en marcha el mecanismo activado durante los sueños de “dormido”. Una imagen mental llevaba a otra por el camino de menos resistencia y se encontraban significados ocultos. El problema venía después, con la interpretación freudiana. Pero la libre asociación si convocaba los significados profundos de los sueños porque activaba los mecanismos que los hacen posibles.
Lo que nos quedaría por ver es la razón de ser evolutiva de los sueños. ¿Por qué fueron seleccionados? A mi, ahora, me parece más o menos claro. Un cerebro como el nuestro, con amplias zonas de asociación, que genera una mente con una gran capacidad simbólica, necesita algún tipo de proceso que integre y refuerce redes de significados. En la medida en que se hacen complejos el cerebro y las “redes” sociales del organismo (lo cual, como Dunbar señala, , va junto) es positivo disponer de una buena memoria y una desarrollada capacidad simbólica. Esto sería favorecido por la selección.
Pero no sólo nosotros soñamos. Las ensoñaciones abundan en el reino animal, si bien aumentan en complejidad con el tamaño del cerebro. En otras especies podrían servir a funciones sensoriales y motoras, reforzando redes neuronales relacionadas con patrones y memorias procedimentales, de acción pura, de movimiento puro, tal como Jouvet sugiriera. En nosotros también sirven para preparar nuestra mente maquiavélica para las interacciones sociales de los días siguientes, a partir de la información aportada por las interacciones de los días anteriores.
Decía antes que se reforzaban las vivencias del día anterior...o de los días anteriores. No quería dejar pasar este punto. Se sabe que la memoria a largo plazo no se forma rápidamente. En su formación intervienen el hipocampo, la amígdala y la corteza. Durante sueños sucesivos podrían ir reforzándose conexiones y con ello memorias y significados. No se trataría exclusivamente de un reforzamiento de lo ocurrido el día anterior, en cada sueño particular, sino de todo lo vivido con anterioridad, y, además de producirse memorias y reforzamientos se producirían también olvidos y desconexiones. Este sería un coste de oportunidad de las nuevas memorias.
Interpretar los sueños ha sido una necesidad de la psique humana para mejor interpretarse a sí misma. En épocas pasadas, de pensamiento más mítico, los sueños eran premoniciones, avisos, apariciones de espectros....a principios del siglo XX, época de mayor racionalidad, o, mejor sería decir, de fe en la razón, se cambió el ritual del chamán en torno a una hoguera por el diván del psicoanalista. La Escuela de Freud hizo uso de la asociación para tratar de desvelar el significado escondido de los sueños.
Más tarde la neurociencia hizo añicos, aparentemente, con su experimentación, tanto las visiones míticas del pasado como las de tiempos más modernos al mostrar claramente que las ensoñaciones se producían a partir de descargas neuronales aleatorias desde las zonas profundas del cerebro hacia la corteza. Esto quitaba significado a los sueños. Todo sentido habría que encontrarlo a posteriori, como algo creado por el intérprete de Gazzaniga, por ese homúnculo sui generis que trataría de dar coherencia a una montaña de imágenes mentales dispersas e inconexas.
El hecho es que las imágenes mentales que surgen a partir de las descargas neuronales (aparentemente) aleatorias podrían no estar tan desvinculadas. Y esto nos lleva a la función del sueño de consolidar la memoria de las vivencias del día anterior, ....o de los días anteriores.
Una descarga neuronal que llegase a la corteza podría incidir en un determinado punto de la misma sugiriendo en la mente una determinada imagen mental (no siempre una imagen tal como la que interpretamos a partir de la luz que incide en la retina, puede ser acústica, sensorial...). Esta imagen (formada por un grupo de neuronas) estaría vinculada más estrechamente a unos subconjuntos que a otros dentro de la corteza. Por supuesto dicha vinculación se habría establecido en parte a lo largo de toda una vida de experiencias y a partir de unos circuitos prefigurados por los genes, pero la descarga entrante en la corteza, al seguir la vía de menos resistencia, activaría preferentemente los grupos de neuronas vinculados. Muy probablemente las vivencias recientes, recién grabadas en forma de redes aún difusas, se convertirían en una red más fuerte, al reforzarse las sinapsis en sus neuronas por el mecanismo de Hebb. Esto haría que se consolidase su recuerdo. Sucedería la cosa, digámoslo así, entre bastidores, mientras que en el escenario de la mente, en el sueño propiamente dicho, se “percibiría” un conjunto de imágenes mentales en sucesión que, con la debida interpretación, parecerían tener un significado oculto y "sensual".
Así las descargas “aleatorias”, al incidir en la corteza, activarían redes que se verían reforzadas con dicha activación, que a su vez crearían sueños plenos de significado –si bien no mensajes en una botella. Esto tiene bastante “sentido”, puesto que no cabe esperar que las redes que se formen en un cerebro humano carezcan de funcionalidad. Deben necesariamente servir a la supervivencia del organismo en un entorno social y natural sumamente complejo (especialmente el primero). Por ello han de ser consistentes y coherentes con lo que hay afuera. La necesidad las moldea.
El diván de Freud era un buen lugar para entregarse a siestas diurnas (permítaseme la expresión, Freud hablaba de sueños diurnos). Sus pacientes seguían el método marcado por el Doctor de libre asociación y, al hacerlo, ponían en marcha el mecanismo activado durante los sueños de “dormido”. Una imagen mental llevaba a otra por el camino de menos resistencia y se encontraban significados ocultos. El problema venía después, con la interpretación freudiana. Pero la libre asociación si convocaba los significados profundos de los sueños porque activaba los mecanismos que los hacen posibles.
Lo que nos quedaría por ver es la razón de ser evolutiva de los sueños. ¿Por qué fueron seleccionados? A mi, ahora, me parece más o menos claro. Un cerebro como el nuestro, con amplias zonas de asociación, que genera una mente con una gran capacidad simbólica, necesita algún tipo de proceso que integre y refuerce redes de significados. En la medida en que se hacen complejos el cerebro y las “redes” sociales del organismo (lo cual, como Dunbar señala, , va junto) es positivo disponer de una buena memoria y una desarrollada capacidad simbólica. Esto sería favorecido por la selección.
Pero no sólo nosotros soñamos. Las ensoñaciones abundan en el reino animal, si bien aumentan en complejidad con el tamaño del cerebro. En otras especies podrían servir a funciones sensoriales y motoras, reforzando redes neuronales relacionadas con patrones y memorias procedimentales, de acción pura, de movimiento puro, tal como Jouvet sugiriera. En nosotros también sirven para preparar nuestra mente maquiavélica para las interacciones sociales de los días siguientes, a partir de la información aportada por las interacciones de los días anteriores.
Decía antes que se reforzaban las vivencias del día anterior...o de los días anteriores. No quería dejar pasar este punto. Se sabe que la memoria a largo plazo no se forma rápidamente. En su formación intervienen el hipocampo, la amígdala y la corteza. Durante sueños sucesivos podrían ir reforzándose conexiones y con ello memorias y significados. No se trataría exclusivamente de un reforzamiento de lo ocurrido el día anterior, en cada sueño particular, sino de todo lo vivido con anterioridad, y, además de producirse memorias y reforzamientos se producirían también olvidos y desconexiones. Este sería un coste de oportunidad de las nuevas memorias.
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