Lo
que la Unión Soviética fue a la ideología del marxismo, la campaña de
los alimentos bajos en grasas lo es a la ideología del nutricionismo: su
prueba más importante y, como parece cada vez más evidente, su fracaso
más lamentable. Se puede argumentar, como harán algunos acérrimos, que
el problema consistió en una ejecución incorrecta, o bien se puede
reconocer que los principios subyacentes de la ideología contenían las
semillas del desastre. Michael Pollan. El Detective en el Supermercado. Editorial Temas de Hoy.
Sé que el clamor a este respecto es cada
vez mayor, y no pretendo yo, recién llegado a estos “berenjenales” de
la nutrición, hacer ninguna aportación novedosa ni particularmente
sabia. Hará unas semanas que critiqué aquí un artículo de ABC en
el que se comparaba a los azúcares, particularmente a la fructosa, que
en combinación con la glucosa forma el disacárido sacarosa, tan
corriente en nuestras mesas y en los productos que la llenan (sobre todo
en los postres) de ser un veneno comparable al alcohol.
Entonces no entré en materia demasiado,
me conformé con denunciar lo exagerado del titular y en repetir lo que
todo el que entienda algo de bioquímica o tenga algo de sentido común
sabe: que el veneno está en la dosis.
Pero, en efecto, existe un problema con
los azúcares, y quería pues hoy, en parte, corregir no tanto lo que dije
como la posible interpretación que pudiera dársele, cosa que lograré,
en todo caso, con quien lea los dos artículos.
1. El veneno está en la dosis:
En efecto, así es. Muchos productos del supermercado tienen azúcares
añadidos, hidratos de carbono de digestión rápida, que en la fruta se
hallan en proporciones menores y combinados con vitaminas y
oligoelementos. Otros, en cambio, tienen grasas reducidas: bajo en
colesterol y grasas saturadas, rezan las etiquetas. Esos nutrientes son
malos, dice el mantra que ya recita hasta el más ignorante consumidor,
están asociados con niveles de colesterol alto en sangre y con la
enfermedad coronaria. En definitiva los productos están etiquetados
según sus propiedades nutricionales, pero cabe destacar que han sido
tratados de tal forma, antes de ponerse en los estantes en los que
finalmente el consumidor accede a ellos, que sus propiedades no son
naturales. Sus dosis respectivas de nutrientes han sido modificadas, es
decir, sus dosis respectivas de lo que se cree que es o no veneno, según
la moda nutricional del momento. El hecho de que no sean naturales no
es en sí preocupante, si consideramos que la naturaleza produce cosas
buenas y malas para comer y para nuestra salud. Las plantas desarrollan
toxinas para no ser consumidas. Es bueno conocer, en la medida de lo
posible, lo que contiene un alimento. Pero, por desgracia seguimos sin
conocer qué contienen exactamente los alimentos y en qué proporciones,
y, en caso de conocerlo, no sabemos el efecto que estas combinaciones,
combinadas a su vez con las de otros alimentos, tienen en nuestra salud.
Así que natural aqui es sinónimo de bueno. El sentido común nos dice
que consumamos variada y moderadamente. Y que en la medida de lo posible
gastemos lo que ingresemos, no menos (aquí al contrario que en la
economía el presupuesto equilibrado tiene una balanza trucada, pero
hacia el gasto). La ciencia de la nutrición todavia está en sus
comienzos, y sus tentativas de crear alimentos artificiales han dado
origen a las grasas hidrogenadas o grasas trans de las margarinas, que
son, parece, más venenosas que las contenidas en el tocino de un buen
cocido, o a leches para lactantes que no logran jamás alcanzar los
estándares de calidad de la proporcionada por una buena teta de mamá.
2.Poderosos lobbies e información insuficiente han conducido a la ideología nutricionista:
Sí, ya lo sabemos hasta los liberales, las empresas no buscan el bien
del consumidor, sino incrementar su valor de mercado. El consumidor les
importa “un pepino”. Pero eso no quita que sea a través de los
Gobiernos, de los Estados, y los lobbies que los presionan que logren
alcanzar sus objetivos socialmente menos deseables. Durante 30 años nos
han vendido que las grasas saturadas y el colesterol eran un certificado
de muerte prematura por infarto tremebundo. Uno oía la palabra
colesterol y daba un respingo. Daba miedo. Esa es una de las tácticas.
Así te venden cosas bajas en colesterol y ricas en grasas Omega 3, que
son la bomba. Pero pueden ser una bomba que nos explote dentro. No
sabemos cuanto mercurio, que daña el cerebro, se encuentra en el
pescadito que proporciona Omega 3, u otras sustancias químicas
procedentes incluso….de bombas tiradas por los soviéticos al mar, o
submarinos nucleares hundidos, pero sí que las Omega 3 son lo mejor de
lo mejor…..y siendo grasas de peces las meten HASTA EN LA LECHE. Esto es
la leche, ciertamente.
Según el periodísta americano Michael Pollan,
citado arriba, el nutricionismo es una ideología que parte del
presupuesto de que los alimentos se estudian científicamente en función
de sus nutrientes (esos misteriosos e invisibles agentes que operan en
nuestro interior, una vez ingerido en filete de buey o el brocolí) y de
la proporción que de cada cual de ellos tiene para la dieta el alimento o
combinación de alimentos comidos, y no tiene en cuenta los efectos del
alimento en su conjunto, como totalidad, es decir, el efecto de comer un
filetón de buey o tomar unas porciones de brocolí.
El caso es que esta ideología, a pesar
de consistir en algo aparentemente tan inocuo y aséptico como una serie
de recomendaciones sobre lo que comer y lo que no comer proporcionadas
por hombres y mujeres de ciencia o al menos hombres y mujeres informados
del estado de la ciencia en el momento, podría ser responsable, en gran
medida, de la epidemia de obesidad y del aumento de incidencia de
enfermedades crónicas como la coronaria, el cáncer o la diabetes. No tan directamente letal como los violentos comunistas,
pero si posiblemente bastante letal de un modo indirecto y sutil.
Animándonos a inocular lentamente veneno hasta que la dosis alcanzada
sea deletérea.
3. La mejor receta, la de tu abuela:
Es recomendable comer frutas y verduras, que tienen nutrientes
conocidos y reconocidos y otros (o combinaciones existentes) que es
posible que se desconozcan pero cuyo efecto parece más que contrastado,
moverse un poquito, y tomarse tu filetón una o dos veces por semana y tu
postre azucarado de cuando en cuando -a ser posible sólo en fiestas- y
comer en torno a una mesa, en familia, en la medida en que a uno se lo
permita esta ajetreada vida, y lo menos posible fuera.
Tu abuela tiene o tenía unos
conocimientos culinarios parecidos a los medicinales de un chamán,
transmitidos por la cultura y que toman de lo disponible en su entorno
una combinación razonable que hace que uno crezca y se desarrolle
relativamente sano. Ella no es consciente, como no lo es el chamán, de
los elementos químicos y sus combinaciones que hacen que sus productos
culinarios y medicinales tengan algún efecto positivo en los demás.
Disponen de tradiciones y experiencia. Hasta ahí la analogía. La
medicina moderna ha dejado en taparrabos, y nunca mejor dicho, al
chamán, aunque sigue requiriendo en ocasiones del servicio de alguno
especialmente sabio y experimentado. Algunos del Amazonas conocen
plantas de las que los biólogos occidentales ni habían oído hablar.
Quizás tu abuela, si es jóven, haya
estado sometida a la ideología nutricionista, pero si ha logrado zafarse
de ella, como mi suegra, te pondrá lentejas con arroz, pescado al
horno, macarrones con chorizo, paella, ensaladas, frutas variadas,
lácteos…etc. Un poquito de todo, y a ser posible sin etiquetas de “bajo
en” o “alto en”. Decíamos hace un momento que la medicina moderna ha
dejado en taparrabos al chamán, aunque aún requiera de los servicios de
los últimos vivos, pero el nutricionismo, entendido como ciencia de la
nutrición, está en pañales en una cuna a la vera de tu abuela, que esta
mueve con una mano mientras con la otra le echa pimentón al pulpo.
En fin, he resaltado 3 puntos, Omega 3
puntos, pero imagino que podría tocar más temas relacionados. Ya lo iré
haciendo según me vaya informando y formando en este interesante mundo
de la dietética, el nutricionismo y la manipulación: de ganado bovino y
sus grasas y carnes en las granjas con la ciencia de la bromatología
(no, no es broma) y de ganado humano a través de los medios y los
gobiernos con la ciencia en pañales del nutricionismo, que está a la
vera de tu abuela y necesita la teta de su madre.
Sirva este post de publicidad del excelente libro de Michael Pollan, El Detective en el Supermercado.
5 comentarios:
Es un artículo especista.
Y te daré la razón si me explicas el palabro (no, no voy a buscarlo en wikipedia), y resulto yo ser un especista mal informado, sobre todo de mi condición.
El especismo consiste en discriminar injustamente a otros individuos sólo por el hecho de estar clasificados en otra especie.
En tal caso soy un especista. El concepto de discriminación en un sentido amplio es "separación" y por tanto decir que se discrimina porque se pertenece a otra especie es una redundancia. Las taxonomías están para eso. Pero tú te refieres a un sentido más restringido del término que, me temo, se usa originariamente para las relaciones entre humanos. Sólo ahora surgen corrientes que abogan por ampliarlo a todas las especies. Yo tan tengo bastante carga con ser "bueno" con mi familia, amigos y algún que otro desconocido en una interacción social esporádica, y acaso con las mascotas o algún animalillo que me cruce en el campo como para andar pensando en el ganado para consumo humano y sus derechos fundamentales.
Deglutido desde http://unbosqueinterior.blogspot.com/2012/03/ideologia.html
¿Dónde has estudiado para hacer un blog tan fantástico? Siento envidia sana. ¿Y dónde se cura eso de ser especista?
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