El estudio de la conducta humana
siempre ha tenido grandes dificultades para su realización. Pero ante la
necesidad de analizar la mente humana, la Psicología ha tenido que realizar una
serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el
conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún
grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a
las que se denominan constructos o
conceptos no observacionales para diferenciarlos de los
observacionales (Bunge, 1973). Los conceptos utilizados habitualmente en esta
disciplina (estrés, depresión, inteligencia, frustración, inconsciente,
emociones, actitudes, fobias, ansiedad, motivación, aprendizaje, etc.) no
tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a
la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y
muchas veces expresan supuestos teóricos de difícil comprobación practica. Los
constructos no tienen referentes empíricos inmediatos. Nadie ha visto ni ha
tocado la inteligencia de alguien, pero sí la puede inferir de la manera en que
una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en
que otros los resuelven. Constituyen una herramienta fundamental en el estudio
de la psicología humana.
Sobre su origen hay divergencia
teórica, pues mientras que para algunos autores tienen un origen claramente
innato y para su manifestación conductual precisan de escasa interrelación con
el medio ambiente (Psicología evolutiva), para otros su desarrollo e influencia
en la conducta precisa de una importante interrelación con las características
ambientales (Psicología cognitiva: procesamiento de la información). Aunque no
exista un consenso sobre su origen, son ampliamente utilizadas por todos, pues
no habría otra manera de poder estudiar las capacidades cognitivas que nos
caracterizan.
Dentro de las diversas capacidades
cognitivas que conocemos en los seres humanos destaca, por su relativa
actualidad e importancia en la conducta humana, las funciones ejecutivas.
Casi nadie duda de su existencia, pero hay que entenderlas como constructos.
Actúan en todo
tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos, pues son imprescindibles para
su realización. Sin un plan organizativo y ejecutivo es imposible construir
herramientas, crear nuevos útiles, organizar las redes sociales y estructurar
el complejo simbolismo de una sociedad. Por métodos indirectos (lesiones, cirugía, estimulación directa, etc.)
se ha podido asociar a los constructos que componen las funciones ejecutivas
con ciertas áreas de asociación terciaria del Lóbulo prefrontal
(LPF), por lo que su origen y evolución parece que estaría ligada a la propia
evolución neurológica del LPF.
¿Qué son las funciones ejecutivas?
Aunque existe cierta discrepancia en sus componentes y articulación
entre ellas, la idea más aceptada es la siguiente:
Las funciones ejecutivas (FE) serían el conjunto de
habilidades cognitivas de superior organización e integración que, partiendo de
ciertas capacidades cognitivas elementales, permite la maximización de la
eficacia conductual en un momento determinado, es decir, de transformar el
pensamiento en acción y de efectuar su control (Allegri y Harris, 2001;
Barkley, 2001; Estévez-González, et al. 2000; Fuster, 2002; Jódar Vicente, 2004; Kane y Engle, 2002; León-Carrión y Barroso, 1997: Rabbit, 1997; Roberts et al. 1998; Stuss y Knight, 2002). En general podemos establecer dos
formas de articulación cognitiva de estas funciones.
A. - Relativa
independencia teórica de cada una de ellas, aunque funcionalmente operen en
conjunto. Cada una de ellas es una función ejecutiva con características
propias que la distinguen de las demás. Tenemos:
- Planificación. Organización de la acción para lograr
una meta elegida. Establece un plan estratégicamente organizado de secuencias
de acción (motoras o cognitivas).
- Flexibilidad.
Capacidad de elección entre distintas formas de actuación, cuando es necesario
cambiar la acción ante cambios de situación o de tarea.
- Memoria de trabajo u operativa. Permite mantener activada una cantidad limitada de información, la
cual es necesaria para el buen desarrollo de la acción en ese momento.
- Monitorización. Realiza la supervisión necesaria para
la ejecución adecuada y eficaz de los procedimientos en curso.
- Inhibición. Produce la interrupción de una determinada
respuesta que generalmente ha sido automatizada.
La acción conjunta de todas ellas,
más del resto de las capacidades cognitivas humanas, van a hacer posible la
conducta humana moderna, caracterizada por una importante rapidez o
flexibilidad en la adquisición y mejora de nuevas conductas, basándose
en el dinamismo de la exploración y creatividad (iniciativa
motora, curiosidad e imaginación). Igualmente, posibilita la capacidad de abstracción
y simbolismo, elementos básicos para el desarrollo de un lenguaje
simbólico, facilitando el control de la función motora del
lenguaje voluntario (área de Broca). También desarrolla y mantiene el
comportamiento social y sexual, gracias al equilibrio emocional (relación
LPF y sistema Límbico o cerebro emocional), autocrítica y control de la
personalidad.
En el LPF es donde se asienta la
base neurológica del sistema ejecutivo o centro de integración de la
actividad mental superior que controla y desarrolla conductas propias del ser
humano, por medio de las funciones ejecutivas y de las demás capacidades
cognitivas y emocionales que alberga. Así, su disminución funcional
(lesión, cirugía, etc.) tendría un efecto directo y, hasta cierto límite,
proporcional a la alteración de la conducta observada.
B. – Integración
jerárquica y funcional de todas ellas, constituyendo un modelo de acción que se
ha denominado como modelo de Baddeley e Hitch de la memoria de trabajo (1974,
2000). En el año 1974 Alan David Baddeley y Graham Hitch, profesores de psicología de la Universidad de York, desarrollaron este modelo que establecía los componentes y funcionamiento de la memoria de trabajo. Con posterioridad, uno de ellos (Baddeley, 2000) añadió un cuarto componente que mejoraba el modelo.
I.- Componentes.
El modelo
incluye componentes de almacenamiento (tampones o búferes) y de procesamiento
de la información.
- Almacenamientos sensoriales o memorias de
trabajo.
* El lazo fonológico.
- Consta de un almacenamiento (buffer) y un proceso de retención de
sus contenidos.
- Capacidad de lazo fonológico. La memoria de trabajo es mejor para
palabras cortas y con sonidos muy diferentes que para las palabras largas con
sonidos similares. La capacidad está limitada por el buffer y por límites
impuestos por el proceso de retención.
* El buffer visual-espacial.
- Hay evidencias (PET,
neuropsicología) de la existencia del buffer visual-espacial y de su
localización en el córtex occipital y zonas del hemisferio derecho.
- No toda la información visual es
espacial (color, forma, etc).
- El buffer se usa no sólo en la
percepción visual sino también las imágenes mentales.
* Tampón episódico.
En el 2000, Baddeley añadió un cuarto componente al modelo. Lo denomina tampón episódico, y es un sistema dedicado a vincular la información a través de dominios, para formar unidades integradas de información visual, espacial y verbal con una secuenciación temporal. Así, sería el recuerdo de una historia o una escena de una película. Este tampón o buffer episódico se supone que también tienen vínculos con la memoria a largo plazo y los significados semánticos.
En el 2000, Baddeley añadió un cuarto componente al modelo. Lo denomina tampón episódico, y es un sistema dedicado a vincular la información a través de dominios, para formar unidades integradas de información visual, espacial y verbal con una secuenciación temporal. Así, sería el recuerdo de una historia o una escena de una película. Este tampón o buffer episódico se supone que también tienen vínculos con la memoria a largo plazo y los significados semánticos.
Procesamiento de la información.
* El ejecutivo central es responsable de operar la información y planificar la atención.
Contiene todos los procesos cognitivos aceptados e implicados en las
definiciones clásicas de funciones ejecutivas: planificación, organización,
estrategias, inhibición, cambio de tarea, etc.
- Mantener los objetivos en memoria.
- Planificar los procesos requeridos
para conseguir cada objetivo.
- Atención selectiva para centrarse en alguna operación.
II.- Funciones de la memoria de trabajo en general.
El papel de la memoria de trabajo en el pensamiento y comprensión del lenguaje.
- Se necesita la memoria de
trabajo para mantener los objetivos y subobjetivos en la resolución de
problemas.
- Las diferencias individuales en la resolución de problemas pueden
deberse a diferentes capacidades en la memoria de trabajo.
- Un aspecto de la capacidad de la memoria de trabajo puede ser la
velocidad de procesamiento.
- Una predicción razonable de este modelo es que una interferencia en
la memoria de trabajo se traduce en peores prestaciones en las tareas de
razonamiento.
- La memoria de trabajo también es necesaria en la compresión del lenguaje.
- La memoria de trabajo también es necesaria en la compresión del lenguaje.
+ Para almacenar información parcial
sobre un texto pronunciado o leído mientras se codifica el resto.
+ Los procesos de comprensión pueden trabajar
sobre la información almacenada temporalmente para producir un significado
coherente para el texto completo.
- Evidencias neuropsicológicas de que la memoria de trabajo es necesaria
para la comprensión de frases, pero sólo cuando la frase es lo suficientemente
compleja para que algunas palabras tengan que mantenerse en memoria mientras se
percibe el resto de la frase.
III.- Validez del modelo.
La fortaleza del modelo de Baddeley es su capacidad de integrar un gran número de resultados de trabajos sobre la
memoria a corto plazo y de trabajo. Además, los mecanismos de los sistemas de
esclavitud, especialmente el bucle fonológico, ha inspirado una gran cantidad
de investigaciones en psicología experimental, neuropsicología y neurociencia
cognitiva.
Sin embargo, las críticas se han planteado, por ejemplo, del componente fonológico de circuito, debido a que algunos detalles de los resultados no se explican fácilmente por el modelo original de Baddeley y Hitch. El tampón episódico es visto como una adición útil para este modelo, pero no se ha investigado extensivamente y sus funciones siguen sin estar claras.
Evolución neurológica humana
Sin embargo, las críticas se han planteado, por ejemplo, del componente fonológico de circuito, debido a que algunos detalles de los resultados no se explican fácilmente por el modelo original de Baddeley y Hitch. El tampón episódico es visto como una adición útil para este modelo, pero no se ha investigado extensivamente y sus funciones siguen sin estar claras.
Evolución neurológica humana
Siempre que pensamos en la evolución neurológica humana lo hacemos a partir de la meta alcanzada, es decir, de las capacidades cognitivas que poseemos y usamos en la actualidad. Lo curioso es que en la conducta de los demás primates actuales cada vez vemos con mayor frecuencia claros antecedentes de muchas de estas capacidades, que tan ostensiblemente las achacamos a nuestra especie. La evolución es un complejo proceso biológico producido al azar (todos los cambios que la biología permite y que pueden producirse en diferente grado y tiempo, se han producido o pueden producirse), donde la selección natural elimina a aquellos cambios que no superen ciertos criterios de supervivencia. Este concepto es un hecho ampliamente asumido por la mayoría de la comunidad científica.
Pero también manejamos los criterios evolutivos anteriormente señalados con cierta subjetividad. La evolución es la causa primaria de la creación de las características morfológicas y cognitivas, lo que en general es cierto, pero puede que con diferentes formas de realización. Las últimas aportaciones de la Genética, Paleoantropología, Embriología, Arqueología y otras ciencias relacionadas con el estudio de la conducta humana en el pasado, no parecen estar de acuerdo con la idea de que siempre tengamos que encontrar ventajas selectivas que superen los criterios de adaptabilidad de la selección natural, para cada uno de los rasgos anatómicos o conductas humanas que vemos en la evolución del género Homo. La razón es tan obvia que muchas veces se pasa por alto. La realidad es que no pueden existir tantas mutaciones que justifiquen los miles de cambios anatómicos que se han producido desde los Australopitecos al Homo sapiens.
Pero también manejamos los criterios evolutivos anteriormente señalados con cierta subjetividad. La evolución es la causa primaria de la creación de las características morfológicas y cognitivas, lo que en general es cierto, pero puede que con diferentes formas de realización. Las últimas aportaciones de la Genética, Paleoantropología, Embriología, Arqueología y otras ciencias relacionadas con el estudio de la conducta humana en el pasado, no parecen estar de acuerdo con la idea de que siempre tengamos que encontrar ventajas selectivas que superen los criterios de adaptabilidad de la selección natural, para cada uno de los rasgos anatómicos o conductas humanas que vemos en la evolución del género Homo. La razón es tan obvia que muchas veces se pasa por alto. La realidad es que no pueden existir tantas mutaciones que justifiquen los miles de cambios anatómicos que se han producido desde los Australopitecos al Homo sapiens.
Si con los cambios morfológicos
actuamos así, con los cognitivos (mucho menos conocidos) hacemos lo mismo o
simplemente los ignoramos. Parece que la evolución neurológica, y por tanto
psicológica, siguió los mismos pasos que la evolución morfológica. Cada una de
las capacidades cognitivas que se pueden distinguir en la conducta humana (no
olvidar que son constructos) debieron de originarse individualmente con sus
correspondientes mutaciones, y que la selección natural promovió por suponer
una mejora en la adaptabilidad. La capacidad de abstracción, simbolismo,
organización temporal y espacial, lenguaje, autoconciencia, empatía,
flexibilidad conductual, racionabilidad emocional y racional, etc., parecen ser
entidades cognitivas independientes, evolucionadas por sus correspondientes
mutaciones que las crearon, y de una selección natural que las dirigió hasta la
potenciabilidad que presentan en la actualidad.
Estas ideas sugieren una hipótesis
interdisciplinar, que puede explicar muchas cosas y posibilitar el
estudio de la conducta humana en el pasado y presente. La expondré brevemente.
Cuando estudiamos las capacidades
cognitivas humanas siempre vemos el “árbol” que representa a cada una de
ellas, y nunca “el bosque” de la realidad biológica que representa el
conjunto de todas ellas. La propia existencia de
antecedentes de las mismas en los demás primates actuales, y la imposibilidad
de que hayan existido tantas mutaciones para que se generen todas y cada una de
las capacidades cognitivas que conocemos por separado, nos obliga a realizar
una pregunta: ¿Qué es y para qué sirve el cerebro?
Obviando las múltiple sonrisas que
a estas alturas puede producir tal cuestión, la respuesta, dentro del concepto
de “bosque” y no de múltiples “árboles”, es mucho más sencilla y,
seguro, que ya ha sido expuesta y puede que olvidada o ignorada por numerosos
estudiosos de la realidad humana. El cerebro es el órgano que controla en todos
sus aspectos la fisiología corporal, y recoge toda la información que le ofrece
el medio ambiente por medio de sus receptores sensitivos, para almacenarla y
procesarla con el fin de mejorar la conducta que caracteriza a los seres
humanos.
Control fisiológico y
procesamiento de la información externa. La evolución ha ido
mejorando estos dos procesos, el fisiológico como en todas las entidades
biológicas se realiza en función de las condiciones ambientales del lugar en
donde se vive, se produce una adaptación biológica al medio. Pero en la
capacidad de captar, almacenar y procesar la información del medio ambiente
para usarla en la supervivencia, los cambios han sido más importantes en
nuestro linaje. El cerebro, en esta función, ha ido cambiando (y puede que por
simple azar) para mejorar esta capacidad. Pero ¿cómo se ha producido?
Las mutaciones que han favorecido
la evolución neurológica no pueden haber sido tantas como las capacidades
cognitivas conocidas. Si las mutaciones son limitadas, éstas actuarían sobre
ciertas propiedades neurológicas generales pero limitadas. Es decir, tendría
que favorecer una propiedad común de la mayoría de las capacidades cognitivas
y, que al actuar en conjunto, aparecieran las manifestaciones conductuales tan
aparentemente diferentes. Esta propiedad en común podría ser un procesamiento
de la información adquirida multivariante, pero con unas condiciones
generales comunes.
La abstracción no
deja de ser una reunificación de las propiedades más generales de las cosas o
conductas para que adquieran un aspecto de unidad cognitiva. En definitiva es
un manejo de la información adquirida.
El simbolismo es la
representación de algo complejo por otra cosa más sencilla, representativa o de
mejor transmisión social, como es el lenguaje, los símbolos, etc. Siempre se
actúa manejando la información adquirida.
La autoconciencia o la
expresión de la teoría de la mente (yo sé, que tú sabes, que yo sé...)
que existe en múltiples estadios a lo largo de todo nuestro linaje, adquiere
una especial relevancia conductual cuando la autoconciencia
autobiográfica adquiere unos niveles adecuaos para añadir flexibilidad
y racionabilidad a nuestra conducta (Damasio, 2010). Lo que no deja de
ser una sofisticada forma de procesar la información externa que almacenamos en
las áreas de la memoria.
La flexibilidad y
racionabilidad conductual son consecuencias de un amplio procesamiento
de la información a niveles muy complejos y actuando conjuntamente con otros
procesamientos de información (experiencia social, individual, tecnológica,
etc.).
La evolución neurológica en el
género Homo ha actuado de diversas formas. Lo primero que destaca ha
sido el importante y paulatino aumento de las áreas corticales, en especiar las
asociativas de carácter terciario. Se conoce un aumento cuantitativo y
cualitativo de estas áreas, debido no solo al aumento de cada lóbulo, sino a su
mayor circunvolución y girificación (Cela Conde, 2002; Rilling e
Insel, 1999).
Después se aprecia una mejora en
la conectividad neuronal, pues su estructura
neurológica es menos densa, permitiendo que existan entre
ellas una interconectividad mucho mayor, como se
deduce de la mayor y tardía mielinización observada
(Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al. 2002).
Por tanto, no parece difícil
establecer una relación entre el aumento (de superficie e interconectividad) de
estas áreas con la conducta moderna. La diferenciación funcional o el aumento
respecto de los demás homínidos conlleva a que nuestra especie tendría una
mayor capacidad funcional de dos tipos (fundamentales en la conducta humana)
como son los metacognitivos y emocionales, los cuales actuando siempre
interconectados (Ardilla y Ostrosky-Solis, 2008).
De los cambios conocidos que más
interactúan en el procesamiento de la información, las funciones
ejecutivas o la memoria de trabajo de Baddeley e Hitch parecen
ser que son la expansión neuroevolutiva (aumento de superficie y mejoramiento
de la capacidad de conexión) que más parece actuar sobre el procesamiento de la
información, por lo que podría ser el requisito fundamental para el inicio de
la conducta moderna. Solo falta tener que ir creando información, almacenarla,
procesarla, simbolizarla y trasmitirla (lenguaje), para que la conducta humana
cambie sustancialmente en un periodo temporal de unos pocos miles de años
(transición del Paleolítico medio al superior), corto en el computo temporal
que hasta entonces suponía cualquier cambio de conducta. Al evolucionar las
funciones ejecutivas se lograron las herramientas cognitivas necesarias para
poder in desarrollando las otras capacidades cognitivas emergentes, y el
despegue cultural-simbólico se abría a la conducta humana.
Las ideas están expuestas, la
hipótesis formulada, solo queda trabajar para ir desarrollando y fundamentando
sus contenidos.
Funciones ejecutivas y Arqueología
Aunque no son muchos los que intentan estudiar la evolución cognitiva
del linaje humano desde las perspectivas interdisciplinarias de la
psicobiología, si está ampliamente extendido entre todos los arqueólogos la
utilización de términos que hacen referencia a las capacidades cognitivas de
las diferentes especies del género Homo. Siempre hablan de capacidades
cognitivas más o menos evolucionadas, pero dentro de la generalidad que impone
el uso de términos científicos de disciplinas ajenas a las que se conocen. Solo
los que se interesan por la Arqueología cognitiva se han introducido en los
campos de la Psicología y Neurología para profundizar en el conocimiento de la
realidad cognitiva humana en todas las épocas.
El conocimiento de una diferente evolución y estructuración neuroanatómica
existente entre los dos grupos (Bruner, Manzi y Arsuaga, 2003), puede
significar en los humanos modernos un mayor desarrollo de las superficies asociativas
del LPF y otras áreas parietales. Pero los volúmenes son medidas muy
imprecisas, aunque tengan alguna relación con la conducta observada. Con el desarrollo actual de la Neurología
se ha dado más importancia al estudio sobre la configuración y funcionamiento
de la corteza cerebral que al simple valor numérico del volumen cerebral.
Parece más interesante establecer una relación entre las áreas asociativas,
capacidades cognitivas y conducta humana.
Sin embargo, el problema es de muy
difícil resolución, pues a la pregunta de ¿cómo podemos estudiar la
cognición humana en el paleolítico? Hay muy pocas respuestas, o mejor
dicho, hay muy pocos intentos de contestarla. Se admite que el objetivo
principal de toda población es su supervivencia, por medio de su adaptabilidad
al medio ambiente en el cual viven. La adaptabilidad es
el resultante de la acción conjunta de diversas capacidades cognitivas para
la solución de diversos problemas, pudiendo ofrecer los cambios conductuales
necesarios (tecnológicos, sociales y simbólicos) para la supervivencia.
Pero ¿qué capacidades
cognitivas se pueden estudiar? Se puede intentar con aquellas
capacidades que tengan una correspondencia directa con ciertas conductas
rastreables en el paleolítico.
- Algunos autores (Wynn y Coolidge,
2011) opinan que un factor fundamental, para explicar la conducta moderna
humana, sería la potencialización de la memoria de trabajo. Esta
capacidad cognitiva, junto con la atención que activa
selectivamente la información necesaria para facilitar la acción del momento
(Kane y Engle, 2002), sería la que facilitaría un pensamiento innovador y
experimental a nuestro linaje. Hay que tener muy presente que estos autores
siguen el modelo de Baddeley e Hitch, por lo que
esta memoria de trabajo expandida engloba a todas las demás funciones
ejecutivas dentro de su ejecutivo central.
No cabe duda que la memoria de
trabajo constituye un elemento cognitivo esencial en nuestro comportamiento.
Pero, para comprender nuestra conducta, además de tener un incremento de la
memoria de trabajo hay que admitir un adecuado desarrollo de las demás
capacidades cognitivas (creatividad, abstracción, simbolismo, etc.), las
cuales, sin duda necesitan de las funciones ejecutivas (con independencia de la
relación que pueda existir entre todas ellas) para su correcto funcionamiento.
Como vimos en la hipótesis planteada en el apartado anterior (Evolución
neurológica humana) estas capacidades comenzarían a desarrollarse con
características dentro de una línea considerada como moderna (capacidades
cognitivas emergentes) con posterioridad a la creación de estructuras
potentes se procesamiento de la información, es decir, después de la expansión
de la memoria de trabajo de Baddeley e Hitch, o de las funciones
ejecutivas en general.
- Otro intento de
análisis de las capacidades cognitivas en el paleolítico contempla el rastreo
por la conducta del paleolítico de más capacidades cognitivas (Rivera, 2008).
En el análisis sobre el origen y
desarrollo de la conducta se han tenido en cuenta cuatro genéricos procesos
cognitivos que, aunque no son los únicos utilizados para la realización de la
conducta, son susceptibles de poder ser rastreados en el registro arqueológico,
adquiriendo un valor primordial en el estudio de la conducta prehistórica. Se analizan las funciones
ejecutivas en general (o el modelo be memoria ejecutiva de
Baddeley e Hitch) junto con la creatividad, motivación y
capacidades cognitivas emergentes, desarrolladas gracias a la
sociabilidad humana y al lenguaje creado. El conjunto de la actividad de todas
ellas sería en gran parte el responsable del desarrollo conductual y cultural
del género Homo, visible desde su andadura en el Paleolítico.
Modelo de desarrollo cognitivo en el Paleolítico |
Funciones ejecutivas: Conjunto
de acciones muy relacionadas con el inicio, la planificación y el desarrollo de
la conducta, facilitando una adecuada secuencia de la acción en el tiempo y en
el espacio. Actúan en todo tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos,
siendo imprescindibles para su realización. Su grado de desarrollo puede apreciarse
por el tiempo que tardan en producirse y evolucionar la cultura de los humanos
que las posean.
Creatividad: Supone la
capacidad de mejorar conductas, crear nuevos problemas y generar nuevas
soluciones a conflictos determinados, por medio de cambios tecnológicos,
sociales y simbólicos. Su desarrollo puede comprobarse por medio de la
aparición en el registro arqueológico de nuevos aspectos tecnológicos (talla,
útiles, materias primas), sociales (conductas que regulan y marcan los aspectos
de la convivencia, caza, política y religión) y simbólicos (manifestaciones
cargadas de simbolismo como el lenguaje, arte, religión, etc.), que con
anterioridad no se tenían conocimiento de su existencia. Su presencia implica
el uso conjunto de varias capacidades cognitivas (iniciativa ejecutiva,
imaginación y curiosidad).
Motivación: Indica la
existencia de hechos que estimulen la necesidad (interés, componente afectivo)
de elaborar mejores y más complejas conductas (plan de acción) de todo tipo
(tecnológicas, sociales y simbólicas) para alcanzar una solución (meta). Su
única manifestación arqueológica radica en la apreciación de tal necesidad y la
propia comprobación del cambio de la conducta, pues para su realización es
necesaria una motivación suficiente.
Capacidades cognitivas
emergentes: Son la consecuencia de la acción conjunta de las
capacidades cognitivas primarias (funciones ejecutivas, creatividad y
motivación), dando lugar al desarrollo de los conceptos de individualidad
social y personal (observable su desarrollo por medio de los adornos
corporales, pinturas y conductas en las que es imprescindible su creación como
serían la religión, sociedades estructuradas jerárquicamente, etc.), desarrollo
de los conceptos abstractos de tiempo y del espacio (conductas
que precisen su creación y desarrollo: la caza organizada, estructuración
espacial del hábitat y logístico, pautas de conservación y almacenaje, etc.).
Constituyen la base del lenguaje simbólico, (Rivera, 2009).
Por tanto, la producción de todo
cambio conductual es la manifestación de la acción conjunta de los cuatro
conceptos (creación, ejecución, motivación y desarrollo capacidades
exaptativas), por lo que la falta o disminución de alguno
de ellos produce un retardo o incluso su falta, mientras que la rápida
aparición de conductas adaptativas implica un buen desarrollo de estas
capacidades humanas. Podemos estudiar la aparición de estos cuatro procesos
cognitivos en el registro arqueológico, por medio de sus logros tecnológicos,
sociales y simbólicos, siempre valorados desde una perspectiva global
de cada grupo humano.
Conclusiones
Mi opinión es que en tan complejo
problema (origen y desarrollo de la cognición humana en el paleolítico) debemos
de ir introduciendo todo aquello que nos pueda ser útil, como son todas las
ciencias relacionadas con la conducta humana. Los estudios interdisciplinarios
se hacen imprescindibles, y mientras no se admita esta necesidad, creo que
vamos a dar muchos palos de ciego, con resultados muy precarios. Pero la
interdisciplina es una asignatura pendiente en gran parte de nuestra ciencia,
sus problemas y características lo podemos ver en la entrada del blog: Interdisciplina.Necesidad metodológica o simple intención teórica.
La verdad es que solo
hemos comenzado a andar un largo recorrido del que desconocemos la mayoría de
sus problemas y particularidades, pero siempre hubo principios y sin ellos
nunca se llegó a ningún sitio.
Un trabajo dirigido en este
sentido lo han desarrollado se
ha entrevistado a dos autores que trabajan juntos, me refiero al arqueólogo Thomas
Wynn y al psicólogo Frederick
L. Coolidge, cuyas interesantes respuestas las podemos leer en este blog.
Conexión a la entrevista de Thomas Wynn
Conexión a la entrevista de Frederick L. Coolidge
Conexión a la entrevista de Thomas Wynn
Conexión a la entrevista de Frederick L. Coolidge
* ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F.
(2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista
Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* ALLEGRI, R. F. y HARRIS, P. (2001): “La corteza prefrontal
en los mecanismos atencionales y la memoria”. Rev. Neurol. 32
(5): 449-453.
* BADDELEY, A. D. e HITCH, G. J. (1974): “Working memory”. En G. Bower
(Ed.) Recent advances in learning and motivation (Vol. 8, pp. 47–90).
New York: Academic Press.
* BADDELEY, A. D. (2000): “The episodic buffer: A new component of
working memory?” Trends in Cognitive Sciences, 4, 417–423.
* BARKLEY, R. A. (2001): “The executive functions and self-regulation:
an evolutionary neuropsychological perspective”. Neoropsychol.
Rev. 11: 1-29.
*
BUFILL, E. y CARBONEL, E. (2004), “Conducta simbólica y neuroplasticidad: ¿un
ejemplo de coevolución gen-cultura?”. Revista de neurología, 39 (1):
48-55.
* BRUNER, E.; MANZI, G. y ARSUAGA, J. L. (2003):
“Encephalization and allometric trajectories in the genus Homo: Evidence from the Neandertal and modern lineages”. PNAS. 100 (26): 15335-15340.
* BUNGE, M. (1973): La Ciencia,
su método y filosofía. Siglo XX. Buenos Aires.
* CELA CONDE, C. J. (2002), “La
filogénesis de los homínidos”. Diálogo filosófico, 53: 228-258.
* COOLIDGE, F. y WYNN, T. (2011): “The implications of
the working memory model for the evolution of modern cognition”. International
Journal of Evolutionary Biology.
* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2001): “Executive functions of the frontal
lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens”. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
* DAMASIO,
A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Ed.
Destino. Barcelona
* ESTÉVEZ GONZÁLEZ, A.; GARCÍA SÁNCHEZ, C. y BARRAQUER BORDAS,
LL. (2000): “Los lóbulos frontales: el cerebro ejecutivo”. Rev. Neurol. 31
(6): 566.
* FUSTER, J.
M. (2002): “Frontal lobe and cognitive development”. Journal Neurocytol. 31(3-5).
* JÓDAR, VICENTE, M. (2004): “Funciones cognitivas del lóbulo
frontal”. Rev. Neurol. 39 (2): 178.
* KANE, M. J. y ENGLE R. W. (2002): “The role of prefrontal cortex in
working-memory capacity, executive attention, and general fluid intelligence:
an individual-differences perspective”. Psychonomic Bulletin and Review, 9,
637-671.
* LEÓN-CARRIÓN, J. Y BARROSO, J. M. (1997): Neuropsicología
del pensamiento: Control ejecutivo y lóbulo frontal. Kronos. Sevilla.
* RABBIT, P.
(1997): Methodology of frontal and executive function. U.K. Psychology
Press.
* RILLING, J. K., e INSEL, T.
R. (1999), “The primate neocórtex in comparative perspective using magnetic
resonance imaging”. Journal of Human Evolution, 37, 191-223
* RIVERA, A. (2008): “Cognición y conducta de neandertales y humanos
modernos”. Revista Portuguesa de Arqueología. Vol. 11(1): 5-32.
*
RIVERA, A. (2009): Arqueología del
lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Madrid. Akal.
*
ROBERTS, A. C.; ROBBINS, T. W. y WEISKRANTZ, L. (1998): The prefrontal
cortex. Executive and cognitive functions. Oxford: Oxford University Press.
* SEMENDEFERI, K.; LU, A.; SCHENKER, N. y DAMASIO, H. (2002): “Humans
and great apes share a large frontal cortex”. Nature neuroscience 5 (3):
272-276.
* STUSS, D. T. y KNIGHT, R. T. (2002): Principles
of frontal function. Oxford. Oxford University Press.
No hay comentarios:
Publicar un comentario