Evidentemente, no es que vaya a hablar de la existencia de otra
forma evolutiva diferente a la que todos conocemos, sino que vamos a
introducirnos en una faceta evolutiva muy poco estudiada de la evolución humana. Cuando hablamos de
evolución casi siempre nos referimos a la evolución biológica, es
decir, a los cambios morfológicos que se producen en las poblaciones de
cualquier especie animal o vegetal y que con el tiempo y la selección natural
se van a convertir en nuevas especies. En referencia a la evolución humana, el
quehacer de la Paleoantropología ha avanzado mucho, gracias a los continuos
descubrimientos que de restos humanos de diversas épocas se van produciendo.
Estos descubrimientos nos han permitido conocer en gran parte el aspecto
morfológico de los antepasados de nuestra especie, así como ir elaborando
diversos árboles evolutivos donde se intenta colocar cada uno de estos
antepasados en una posible línea de parentesco y evolución. A estos avances ha
contribuido en gran medida los muy recientes aportes de la casi recién
estrenada Paleogenética. La posibilidad de obtener ADN fósil ha permitido
realizar un seguimiento evolutivo entre los
homínidos conocidos,
establecer la existencia de cruces biológicos e incluso descubrir nuevas
especies solo con su ADN (p. e. Denisovanos).
Es éxito de estos estudios ha sido enorme, se habla de ello
continuamente, se escriben libros y artículos, se crean museos, se realizan
exposiciones y conferencias continuamente, los libros de texto de todas las
enseñanzas rivalizan con ir introduciendo el alud de nueva
información que continuamente se va adquiriendo. Las fotografías e
ilustraciones gráficas cada vez mejores, inundan todo nuestro mundo visual, y
el concepto de que estamos próximos de conocer la evolución humana se
va asentando en nuestros cerebros.
Pero, siempre hay alguien que pone peros, realmente ¿sabemos con exactitud de qué estamos hablando? Está claro, de la evolución biológica del género Homo. De la forma y caminos que la evolución ha seguido para crear a los seres humanos, por lo menos biológicamente.
Pero, siempre hay alguien que pone peros, realmente ¿sabemos con exactitud de qué estamos hablando? Está claro, de la evolución biológica del género Homo. De la forma y caminos que la evolución ha seguido para crear a los seres humanos, por lo menos biológicamente.
Pongamos otro pero,
y hagamos otra pregunta. Pero ¿cómo nos hacemos personas? Seguro
que no todos distinguen la dualidad que entraña nuestra existencia. Todos somos
seres humanos creados por los mecanismos evolutivos, pero, y a pesar de nuestra
gran semejanza genética, todos somos personas muy diferentes unas de otras en
su pensamiento y conducta. La individualidad personal, lo que nos hace ser y
actuar de forma diferente a los demás, no es un producto exclusivamente
biológico y evolutivo, pues entraña muchísimas connotaciones culturales,
sociales, lingüísticas, tecnológicas, etc., que nos van influyendo y
transformando desde el mismo momento de nuestro nacimiento, incluso antes, y a lo largo de toda
nuestra vida. Todas las formas de influencia medioambiental anteriormente señaladas
no se han creado de la nada, sino que han tenido que crearse paulatinamente, y
transmitirse con los medios de cada época entre los seres humanos que las
crearon. Es lo que se llama la evolución cultural, cuya
producción depende de la potenciabilidad y desarrollo de las capacidades
cognitivas que la evolución ha otorgado a los seres humanos, es decir, sería la
consecuencia de la evolución cognitiva.
Algunos pensarán, como
pasó en la mayoría de los arqueólogos del siglo pasado, que la evolución biológica
es la responsable de todo desarrollo cultural y, por tanto, de la evolución
cognitiva. La Arqueología nos ha enseñado en múltiples ocasiones que la
evolución biológica no fue paralela a la cultural, sino que se
produjeron avances culturales después del desarrollo biológico y
de una forma heterogénea en el tiempo y en el espacio. Las
explicaciones de lo que pasó tendrán que adaptarse a estas conclusiones
arqueológicas.
El estudio de la evolución cultural es patrimonio de la Arqueología,
la cual ha ido estudiando todas las manifestaciones culturales que las diversas
y sucesivas poblaciones humanas han ido creando a lo largo de toda su historia.
De ella si hay museos, libros y publicaciones, fotos e ilustraciones gráficas,
y también se habla mucho de ella. Sin embargo, sus estudios están limitados,
pues con la metodología aplicada no se puede responder a todas las preguntas que
aparecen en el análisis de los restos arqueológicas. Sus estudios se limitan a
las siguientes cuestiones: qué es el objeto o conducta en
estudio, de dónde proviene, cuándo se realizó, y cuál
pudo ser su producción. De las preguntas sobre el porqué de su
creación en ese momento y lugar, y del cómo se originaron y se
trasmitieron, muy poco se ha avanzado.
Efectivamente, de la evolución cognitiva poco se ha hablado, de ella
no hay museos, ni exposiciones, muy pocos libros y artículos, y, por supuesto,
muy pocas fotografías e ilustraciones gráficas. Y, sin embargo, es la evolución
que nos hace personas, lo que no deja de tener su importancia, por lo menos
desde un punto de vista científico.
La evolución cognitiva humana es la que va a crear todos los aspectos de nuestra cultura, de su transmisión, perduración y desarrollo y, en definitiva, la que nos hace personas con una importante diferenciación entre todos los componentes e la sociedad. Su estudio recae en una especialidad arqueológica denominada como Arqueología cognitiva.
La evolución cognitiva humana es la que va a crear todos los aspectos de nuestra cultura, de su transmisión, perduración y desarrollo y, en definitiva, la que nos hace personas con una importante diferenciación entre todos los componentes e la sociedad. Su estudio recae en una especialidad arqueológica denominada como Arqueología cognitiva.
La realidad es que muy pocos se han dedicado a investigar las
características de esta evolución, y cuando lo han hecho su repercusión ha sido
muy pequeña. Es curioso, sobre lo que más ha influido en nuestra realización
personal en el pasado, que es la base del presente, parece que no ha despertado
excesivo interés entre los arqueólogos, aunque como es lógico hay notables
excepciones. De estas excepciones nos vamos a preocupar en el blog de Lanueva ilustración Evolucionista.
Una de las principales causas sería la gran dificultad que su estudio
conlleva, al tener que utilizar diversas ciencias muy ajenas al tradicional
proceder de la Arqueología. El uso de las disciplinas relacionadas con la
conducta humana (Neurología, Psicología, Biología evolutiva, Lingüística,
Sociología, etc.) requiere metodologías interdisciplinarias, de cuya
complejidad y dificultad ya se habló en otra entrada del blog (Interdisciplina.Necesidad metodológica o simple intención teórica).
Arqueología cognitiva
El estudio de aquellos que se han dedicado a su estudio, sus métodos y
conclusiones, sin duda nos ayudaran a comprender el problema con que nos
enfrentamos, cual puede ser el futuro de esta compleja especialidad
arqueológica.
En este blog ya se
realizó una entrevista con uno de los pioneros de la misma: Merlin Donald. Igualmente se entrevistó a Steven Mithen, autor muy conocido en la Arqueología cognitiva gracias a la pronta
traducción al castellano de sus libros.
Siguiendo esta línea
de investigación tan precisa, se ha entrevistado a dos autores que trabajan
juntos, me refiero al arqueólogo Thomas Wynn y al psicólogo Frederick L. Coolidge, cuyas interesantes respuestas veremos en próximas
entradas al blog. Ambos constituyen una de las formas interdisciplinarias con
las que se ha intentado desarrollar la Arqueología cognitiva. No obstante, su
metodología no es la única, habiendo formas interdisciplinarias similares o más
amplias que intentaremos exponerlas en estas páginas.
Conexión a la entrevista de Thomas Wynn
Conexión a la entrevista de Frederick L. Coolidge
Conexión a la entrevista de Thomas Wynn
Conexión a la entrevista de Frederick L. Coolidge
1 comentario:
Algo pasó que este post está en letra más grande o negrita.
Publicar un comentario