La especie humana no puede soportar demasiada realidad
-T. S. Eliot
Ajit Varki |
En la entrada anterior hablábamos de la gestación del libro Denial, de Varki y Brower, y adelantaba su tesis principal, que paso a desarrollar en este post.
Una característica principal de la especie humana es su capacidad para ponerse en el lugar del otro, la Teoría de la Mente, y entender así sus acciones, incluso imitarlas, si queremos. Algunas otras especies sociales (delfines, primates, elefantes, algunos pájaros…) muestran elevados niveles de inteligencia y también un cierto grado de autoconocimiento, como demuestran por ejemplo en el test del espejo, de Gallup. A pesar de tales capacidades, ninguna de estas especies ha llegado a desarrollar una Teoría de la Mente completa (se discute el grado de Teoría de la Mente de estos animales pero, sin duda, es más rudimentaria que la del ser humano) que llegue al grado de entender que los otros son conscientes de ellos mismos. Sin Teoría de la Mente, muchos de los logros del ser humano no habrían sido posibles. Por lo tanto, la pregunta es: ¿Por qué sólo los seres humanos han sido capaces de desarrollar esa habilidad tan poderosa mientras que otras especies con autoconocimiento no lo han conseguido?
Habría dos posibles respuestas. La primera posibilidad es que los mecanismos neurales necesarios sean muy raros, una extraña combinación de cambios celulares y moleculares, que sólo ocurrieron una vez, en nuestra especie. Según esta visión, una Teoría de la Mente que sirve para leer la mente de los otros es algo muy bueno y la selección natural habría actuado sobre la rudimentaria Teoría de la Mente para desarrollarla a tope. Esta es la teoría más popular, aunque no se ha encontrado mecanismo alguno que nos diferencie de nuestros primos cercanos. La segunda posibilidad, la que proponen Varki y Brower, es que la adquisición inicial de Teoría de la Mente tenía en realidad consecuencias negativas para el individuo. Por lo tanto la capacidad de mantener y propagar esta habilidad dentro de la especie habría sido repetidamente bloqueada a lo largo de la evolución: existiría una barrera evolutiva psicológica, que sólo los seres humanos fueron capaces de saltar (fijaos que en la teoría alternativa la barrera no es biológica sino psicológica).
Danny Brower |
Suponiendo que aceptemos el planteamiento hasta aquí, ¿cuál sería esa barrera psicológica? Un individuo de una especie que consiguiera una Teoría de la Mente completa por primera vez entendería que los demás son personas como él, y sus intenciones y deseos. Esto, a primera vista, parece un atributo muy positivo, con ventajas incluso para manipular la mente de los demás. Correcto. Pero, a la vez, presenciar la muerte de un individuo de nuestra especie llevaría a alguien con Teoría de la Mente completa a ser consciente de su propia mortalidad y del riesgo de muerte (mortality salience). Dada la existencia en los mamíferos de mecanismos reflejos para reaccionar ante el riesgo de muerte, el conocimiento de la propia mortalidad induciría un grado extremo de miedo a la muerte. Un humano actual puede manejar esos miedos por medio de la racionalización y calibrando el riesgo. Pero los primeros individuos que entendieran la mortalidad no serían capaces de racionalizar ese miedo porque no existiría un conocimiento previo en el que apoyarse, y porque no había otros individuos con los que consolarse hablando de ese riesgo (estamos hablando de los primeros seres en darse cuenta de su propia mortalidad…). Aparecería un gran miedo y ansiedad, e incluso, tal vez, depresión e ideas suicidas.
En ese estado, el individuo conocedor de su propia mortalidad (tanatofóbico) se dedicaría, probablemente, a evitar los riesgos potenciales de muerte, incluyendo los relacionados con la competición por recursos y parejas. En otras palabras, la supervivencia personal del individuo tomaría prioridad sobre otras conductas que típicamente aseguran la supervivencia de la especie. Por lo tanto, este individuo sería menos capaz de tener éxito en esta competición y pasar sus genes a la siguiente generación, es decir, existiría una selección negativa al principio (y no positiva) de esta capacidad de tener Teoría de la Mente. Vamos a ver esto con más detenimiento por medio de un experimento mental.
Imagínate que eres un joven león. Como otros jóvenes leones adultos, te sientes muy frustrado porque el macho veterano de gran melena se queda con todas las leonas de la manada y, si quieres conseguir algo de acción, tienes que hacerlo a escondidas cuando él no esté mirando, lo cual ocurre muy rara vez. Si quieres reproducirte vas a tener que desafiar al macho dominante. Aunque la mayoría de especies han desarrollado rituales estereotipados de combate, que evolucionaron para seleccionar al mejor macho limitando el daño a los otros, existe un riesgo real de muerte o de resultar gravemente herido. ¿Qué harías? Si fueras un macho inconsciente, que sigue los dictados de la selección natural, pelearías, tu fitness, las posibilidades de éxito reproductivo, se dispararían si ganas. Pero si eres ese raro león que acaba de desarrollar una Teoría de la Mente completa y tiene miedo a su propia muerte, te darías cuenta de que, si mueres, se acabó la historia, sería fabuloso tener hijos, pero, si fracasas, dejas de existir. Desde un punto de vista racional sería una locura morir para transmitir tus genes. Tras descubrir la muerte, sería más racional evitar el riesgo de muerte aumentando así las posibilidades de supervivencia personal. La vida nos coloca a veces en situaciones donde la fitness choca con la supervivencia. Un animal conocedor de la muerte que piense, escogerá supervivencia. La selección natural escoge éxito reproductivo por encima de riesgo personal. Ser más “inteligente” aquí supondría una desventaja con respecto a los menos “listos”, que no piensan en la mortalidad. El conocedor de la muerte pondría evitar la muerte por encima de las oportunidades para reproducirse, y no pasaría sus genes de forma tan efectiva.
Unido a lo anterior, para que el conocimiento de la propia muerte se extendiera, sería necesario que más de un individuo de ambos sexos desarrollara esa capacidad al mismo tiempo, para que la característica se extendiera y estabilizara en una población. Según Varki y Brower, lo más probable es que estos episodios de aparición y desaparición de Teoría de la Mente y conciencia de la muerte hayan existido en muchas especies en los últimos millones de años hasta que los humanos rompieron la barrera. ¿Y cómo lo hicieron?
La solución sería que estos individuos con Teoría de la Mente completa desarrollaran simultáneamente la capacidad de negar la mortalidad y el riesgo de muerte. Esto requeriría mecanismos neurales que disminuyeran el miedo resultante al conocimiento de la propia muerte. Sin embargo, la aparición de un mecanismo neural específico para suprimir exclusivamente el miedo a la muerte sería muy difícil. Sería mucho más probable desarrollar un mecanismo más general de negar la realidad (que incluyera el riesgo de muerte). Aunque no explican con detalle la base neurobiológica, dicen que desarrollar tal mecanismo neural no sería muy difícil y se puede conseguir por alteraciones de las vías de las respuestas clásicas de miedo, las que conectan corteza prefrontal y amígdala, que son las mismas vías que Tali Sharot utiliza para explicar el sesgo optimista de nuestra especie.
Es decir, tanto la Teoría de la Mente completa, como la negación de la realidad serían cualidades negativas por sí mismas, de forma aislada…pero la combinación de ambas tendría un efecto positivo: dos cosas negativas se cancelarían la una a la otra y darían un resultado final positivo. Una vez que esta combinación se extendiera en la población, podríamos obtener todos los beneficios de la Teoría de la Mente sin sus pegas. La negación de la realidad permitiría la aparición del optimismo y la confianza en uno mismo, que en un grado razonable son beneficiosos para el individuo y la especie. Según la hipótesis de estos autores, los humanos son la única especie existente con Teoría de la Mente completa que saltó la barrera al adquirir simultáneamente la habilidad mental de negar la realidad.
Para finalizar, dos últimos detalles. Por un lado, que los propios autores reconocen que esta hipótesis no se pude falsificar actualmente, pero es consistente con la información disponible y no hay datos que la contradigan (según ellos). Podría explicar también otras conductas como las conductas de riesgo de los adolescentes ( y adultos), la religiosidad, el sesgo optimista, el realismo depresivo, el suicidio, la angustia existencial, etc. Por otro lado, en cuanto a la fecha en que este salto habría tenido lugar ellos proponen el momento de la aparición de los humanos conductualmente modernos. Como es sabido, el ser humano anatómicamente moderno aparece hace unos 200.000 años, pero durante unos 100.000 años no aparecen las conductas propias del humano moderno. Varki y Brower proponen que este salto ocurrió justo antes de los humanos conductualmente modernos, hace unos 100.000 años.
@pitiklinov
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