viernes, agosto 15, 2014

Evolución de la costumbre de tener mascotas

Existen casos descritos de amistad entre animales de distintas especies. Estas historias, como las de la elefanta Tarra y la perra Bella, son muy populares en Youtube. Sin embargo, la mayoría de estos vínculos ocurren en situaciones en las que hay una intervención humana, como hogares, zoos, parques naturales, etc. y muchas veces estas relaciones fueron facilitadas por entrenadores o cuidadores. Existe un único caso documentado en la naturaleza similar a nuestra costumbre de tener mascota que es un grupo de capuchinos que convivieron y cuidaron a un tití. El tití estaba totalmente integrado en la vida del grupo y era alimentado por dos hembras que se turnaban. El informe original lo consideraba un caso de adopción trans-especie pero tiene muchas similitudes con criar una mascota. Estos casos indican que algunos animales tienen las capacidades emocionales para hacer vínculos a largo plazo con individuos de otra especie.

Sin embargo, en un sentido estricto, y siguiendo a Herzog el autor de la referencia bibliográfica, vamos a considerar que la costumbre de criar y convivir con mascotas es exclusivamente humana. Definiremos a las mascotas como animales con los que convivimos sin que cumplan ninguna función aparente (es decir, no los usamos como carga, para cazar, etc). También hay que incluir que la relación contiene un elemento afectivo y de cuidado. Así definidas, las mascotas plantean un problema evolucionista: ¿por qué dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a animales de compañía que aparentemente no sirven de nada ya que ese gasto y esfuerzo no lo podríamos explicar con la selección de parentesco ni el altruismo recíproco? (vamos a aceptar la pregunta  a efectos de la discusión posterior, aunque creo que incluye una primera contradicción porque servir de compañía es una función y utilidad importante y podemos apreciar un egoísmo también en el hecho de tener mascota). Como respuesta a este problema hay dos opciones: que tener mascotas sea un adaptación o que sea un subproducto. Otra alternativa es que no sea ninguna de las dos cosas, sino un fenómeno cultural.

Una primera hipótesis adaptativa es que tener mascota mejora el éxito reproductivo del dueño. Hay muchos libros y artículos que dicen que tener mascota es bueno para la salud, la longevidad y el bienestar del dueño. La primera evidencia fue que los dueños de mascotas que habían sufrido  un infarto tenían más supervivencia al de un año que los que no tenían mascota. Otros estudios encuentran que baja el estrés, la tensión arterial, mejora el ánimo y disminuye los sentimientos de soledad (el problema de la soledad, según señala Cacioppo, no es la soledad real sino el sentirse solo). Sin embargo, todos estos beneficios, según Herzog, no están suficientemente probados. No está demostrado, por ejemplo, que las personas que tienen mascotas vivan más que los que no las tienen. Además, los animales tienen también inconvenientes: 4 millones y medio de norteamericanos son mordidos al año por perros en USA y varias docenas mueren por el ataque. Por otro lado, muchos animales transmiten enfermedades como la enfermedad de Lyme, salmonella, leptospirosis, toxoplasmosis, etc.

Otra hipótesis adaptativa es que cuidar animales funciona como una señal honesta de las capacidades parentales del dueño. Y aquí hay también datos de que las mujeres encuentran más atractivos a los hombres que tienen mascota. En un estudio, un hombre joven abordó a 120 mujeres y les preguntaba luego si querrían  tomar un café con él y las pedía el teléfono. El joven iba vestido igual y las abordaba de la misma manera pero en la mitad de las ocasiones iba con un perro y en la otra mitad iba solo. El 28,3% de las mujeres le dio el teléfono cuando iba con perro y el 9,2% cuando iba solo.

Una tercera hipótesis adaptativa es que cuidar una mascota ejercita la empatía y la responsabilidad en los niños y los convierte en mejores personas. De hecho, la extensión de la costumbre de tener mascota en el siglo XIX fue por esta razón. Pero no hay pruebas de ello.

Entrando ya en las hipótesis que entienden las mascotas como subproducto, una primera idea es que tener mascota es un subproducto de las tendencias humanas (paternales y maternales) a cuidar a la prole. Está demostrado que los humanos se sienten atraídos por rasgos pedomórficos (neoténicos) en los bebés humanos y también en los animales. Por ejemplo, en un estudio en un albergue de perros, los perros que tenían caras más infantiles eran adoptados con más frecuencia que los que tenían rasgos menos infantiles. Archer considera que tener mascota es un mal ajuste de los impulsos paternales, que se disparan cuando no deberían. Por último, Serpell dice que las mascotas son resultado del antropomorfismo, de la tendencia a proyectar estados mentales y emociones humanas en animales no humanos. El antropomorfismo tiene dos caras: por un lado puede hacer a un cazador más eficaz, pero a la vez le puede llevar a empatizar con la presa que debería matar. De esta manera el antropomorfismo puede conducir tanto a la culpa como a la costumbre de tener mascotas. Existe algún estudio que efectivamente apoya la relación entre antropomorfismo y tener mascota.

Tras explorar todas estas hipótesis, Herzog las descarta parcialmente porque la costumbre de tener mascotas varía mucho de unas culturas a otras y porque las modas a la hora de tener mascota indican una clara influencia cultural. Su conclusión sigue una vía intermedia: existen unas predisposiciones innatas (el instinto parental, el antropomorfismo…) que favorecen el hecho de tener mascotas, pero la biología sola no explica adecuadamente la evolución del fenómeno. Era necesaria la aparición de la transmisión social y la cultura para que apareciera. Empate salomónico.

@pitiklinov

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