La importancia del
lenguaje en la conducta humana siempre ha sido admitida por todos los interesados
en su comprensión. Sin embargo, los problemas que han surgido en su estudio han
sido múltiples, lo que ha facilitado la creación de conclusiones excesivamente
simplistas, lo que no ha favorecido en nada al conocimiento de su compleja
realidad. Sus causas son varias y, aún hoy en día, no son reconocidas por
todos. Tenemos:
El lenguaje nace de la interacción social. ¿Qué es el lenguaje? |
- Cierto criterio de
independencia teórica no bien definida, pero vinculante con los estudios sobre
el lenguaje. Aunque no se acepta plenamente se trata el lenguaje como si fuera una
cualidad propia y exclusiva de los seres humanos pero independiente de las
otras cualidades humanas. El lenguaje tendría sus genes que evolucionaron a lo
largo del género Homo, siendo
favorecidos por presiones adaptativas de variados e indemostrables fundamentos.
- Criterios de estudio
muy restringidos a cada ciencia que lo trate, pues utilizan solo las formas que
su disciplina les ofrece. Muchas veces el uso de varias disciplinas es casi
causal, o utilizando criterios teóricos ampliamente difundidos pero que se
ajustan poco a los continuos avances que otras ciencias pueden ofrecer.
En los medios
paleontológicos y arqueológicos, que son los que más lo han relacionado con los
procesos evolutivos, es donde más limitaciones teóricas han existido. En
general, se limitaron a usar sus particulares los métodos y herramientas,
ignorando durante muchos años los grandes y trascendentales aportes que
ofrecían todas las demás ciencias, entre las que destaca la Psicología (p. e. Belinchón
et al. 1992), la integración teórica
estaba prácticamente ausente. En este contexto, es fácil asumir que siempre hayan
existido problemas para comprender la globalidad del proceso psicobiológico y
evolutivo que representaba el lenguaje en las sociedades humanas.
Se ha trabajado mucho, y aún se sigue
haciendo, sobre las características evolutivas del sistema fonador y
neurológico, pero en sus aspectos anatómicos, pues son los que dejan huella en
los fósiles. Se utiliza un criterio tradicional de la evolución, al razonar que
todo avance o mejora del cerebro y del aparato fonador se debe a
una selección natural positiva por las mejoras adaptativas que estos mutaciones
debieron de significar, naturalmente en el sentido de un progreso lingüístico
y, por tanto, conductual.
Estudios sobre el sistema fonador
Todos los órganos relacionados con
la producción del lenguaje sonoro, son vistos y analizados como signos
inequívocos del desarrollo de un lenguaje en el Paleolítico. Naturalmente, no
pueden especificar nada sobre sus particularidades lingüísticas, limitándose a
indicar un aumento paulatino en su complejidad, siempre condicionado al
desarrollo evolutivo de los componentes anatómicos que lo facilitan. Presentan una
ventaja innegable, los datos que ofrecen los fósiles son visibles por todos,
medibles, comparables y, sin otros datos que se opongan, con una lógica difícil
de combatir. No obstante, tienen dos tipos principales de inconvenientes: su
limitación numérica, la conservación deficitaria y la gran variabilidad
anatómica que presentan en los homínidos que componen nuestro linaje.
Curvatura de la base del cráneo de monos y homínidos |
-
En el estudio del hioides
(hueso de la laringe). Pocos se han encontrado, pero en el siglo pasado destacó
uno perteneciente a un esqueleto de atribución neandertal encontrado en Kebara
(Israel). Se apreció que era prácticamente igual que el nuestro, lo que podría
constituir una prueba de las importantes posibilidades de articulación sonora
que tenía su sistema fonador. No obstante, la morfología moderna de este hueso
es altamente variable, y no parece estar en relación con su posición en la
laringe, lo que no convención a diversos autores (Lieberman, 1992).
- También, se ha pretendido relacionar
una mayor inervación de los músculos del sistema fonador, con una mayor
capacidad funcional en relación con la articulación de lenguaje. Así, se ha
estudiado el canal medular del Homo ergaster, viendo que el diámetro del mismo era similar al de los
primates actuales y menor que el del ser humano moderno. Se interpretó como una
menor demanda de señales nerviosas por parte de la caja torácica, y un control
menor en las emisiones de aire para hablar, indicando una reducida capacidad
lingüística en los primeros homínidos (Wynn, 1998).
- Con una hipótesis similar, se han
estudiado los canales óseos del nervio Hipogloso (controlador de
la movilidad de la lengua) en los cráneos de humanos y monos recientes. Se
comprobó que en nuestra especie es mucho mayor, deduciéndose que sería para
producir una mayor movilidad de la lengua al hablar. Así, los cráneos de unos 200.000 años de antigüedad
presentan unos canales óseos mucho más parecidos a los que tienen los cráneos
modernos, mientras que en otros restos más antiguos se parecen más a las
huellas que vemos entre los grandes monos (Kay et al. 1998).
- Sobre la audición parece probable
que las características fisiológicas del sistema acústico estén muy
relacionadas con las características del sistema vocal, es decir, que exista
entre los dos sistemas una correspondencia funcional. Así, el peñasco (parte
del hueso temporal) ofrece importantes posibilidades de conocer aspectos de los
sistemas de audición y del equilibrio humano, al estar situados en su interior
todos los componentes de la recepción auditiva (parte del oído externo, el
medio y el interno), y los canales semicirculares controladores de nuestra
posición espacial. En los fósiles que tengan este hueso puede visualizarse (por
métodos radiológicos) el molde vacío que ocupaban tales órganos, conociendo la
posición espacial, tamaño y forma de los mismos en las diversas fases de
nuestra evolución (Sopor et al. 2003). En recientes estudios sobre el
sistema receptor auditivo de algunos homínidos (Homo heidelbergensis,
Atapuerca), se ha visto que su frecuencia auditiva es
muy parecida a la del ser humano actual (Martínez et al. 2004).
Evolución
neurológica y lenguaje
El
estudio del sistema nervioso central de los diversos homínidos que forman el género
Homo, siempre ha tenido especial importancia, pero las limitaciones
teóricas y prácticas lo limitaron a los datos neuroanatómicos obtenidos de los
endomoldes y que estén relacionados con la producción lingüística. La obtención
de estos endomoldes o endocastos han
servido para seguir la evolución general del encéfalo en volumen, peso y, hasta
cierto límite, las variaciones de aquellas zonas corticales en las que se ven
diferencias claras en el trascurso evolutivo. Tradicionalmente destaca el área
de Broca relacionada con la articulación de las palabras, comprobándose
cómo aumenta en los sucesivos estadios evolutivos.
Aunque algunos ven indicios de un
cerebro de características anatómicas humanas en el Australopitecus (Holloway, 1972), es en los fósiles del Homo hábilis y erectus, donde se aprecia
mejor un aumento del neocórtex y la consecutiva remodelación del cerebro, que
se manifiesta sobre todo en el aumento de los lóbulos frontal y parietal, como
puede apreciarse en las impresiones que las circunvoluciones cerebrales han
producido en los moldes endocraneales (Holloway, 1983; Tobias, 1998). En estos
lóbulos, se destaca la parte inferoposterior del frontal (área de Broca) y la
inferior del parietal (área de Wernicke), que están interconectadas entre sí.
Como estas áreas están en el hombre moderno muy relacionadas con el lenguaje
articulado, estos autores establecieron una correlación directa entre el inicio
de la aparición de dichas áreas, con la posibilidad de tener algún tipo de
lenguaje.
- El área de Broca corresponde
a una zona del neocórtex humano que organiza o guía a las áreas motrices,
organizando muchas acciones secuenciales, entre las que se encuentra las del
lenguaje articulado (Holloway, 1996). En general se asocia a la regulación de
movimientos rápidos, rítmicos y complejos, siempre con un carácter voluntario.
La lesión de este centro provoca la denominada afasia de Broca, que se
caracteriza por el trastorno del control de la musculatura vocal, con una gran
dificultad en la articulación de las palabras, se asocia muy frecuentemente
alteraciones motoras de la mano derecha (Manning, 1991).
Existen otros criterios que parecen
indicar que la sola creación de estas áreas, no implica la función
necesariamente (Davidson y Noble, 1998). Se necesita un período de aprendizaje
dentro del tiempo en el que la inmadurez neurológica va a poder hacer posible
la remodelación de esta área para las funciones lingüísticas. Este periodo
denominado “critico”, se extiende desde los dos a los doce años de edad, aunque
actualmente parece que debe de tener una duración menor (Puelles, 1996). Si
durante este periodo de tiempo no se ha desarrollado el niño en un ambiente con
lenguaje, después es muy difícil que logre alcanzar un nivel adecuado de
lenguaje simbólico y de cognición (Changeux, 1983; Delgado, 1994; Pinillos,
1991; Puelles, 1996).
Además, si por necesidades médicas
es preciso extirpar precozmente esta área a un niño de corta edad, el centro
motor del lenguaje articulado se desarrollaría en el otro hemisferio, logrando
llegar a niveles de lenguaje normales. En este sentido, parece que la sola
aparición de una impronta del área Broca, sólo indicaría la creación evolutiva
de una nueva área de asociación cortical, que se va a manifestar eficaz en la
regulación de movimientos musculares complejos, pero que sólo va a ser efectiva
si se desarrolla con un aprendizaje en un medio ambiente adecuado y dentro del
periodo crítico (Changeux, 1983). Aunque existen muchas discrepancias,
la asimilación de una función cognitiva determinada en uno u otro hemisferio
cerebral, parece desprender más de la maduración neurológica del hemisferio
determinado que pueda recoger las informaciones sensoriales, en ese momento del
desarrollo, que van a configurar tal fenómeno cognitivo. La especialización
hemisférica o laterización, no está genéticamente predeterminada, sino que es
resultado de la interacción entre la dotación genética y las condiciones en las
que tiene lugar el desarrollo (Bradshaw y Rogers, 1993; Kimura, 1983). Por tanto, la sola presencia de
estas particularidades neurológicas, solo nos puede aportar una incipiente
capacidad de articulación lingüística, cuyo desarrollo debemos de comprobar por
otros mecanismos, como sería la conducta resultante.
¿Qué es el lenguaje?
Nunca, hasta hace poco,
han establecido una definición del lenguaje que recoja todos sus componentes
teóricos y dirija sus estudios por la senda interdisciplinaria que precisa. Una definición, que
recoja sus principales fundamentos teóricos, sería verlo como la transmisión
voluntaria de un pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de
representación con mayor o menor carga simbólica, que conforman un código
léxico-gramatical, con la intención de que sea recibido y comprendido por
aquellos a los que se dirige tal mensaje (Rivera, 1998). Definición que en el
trascurso del tiempo se fue remodelando, concluyendo de la siguiente forma
(Rivera, 2009):
El lenguaje humano puede definirse como
la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de
un sistema de representación simbólico (en principio sonoro y/o gestual), con
la intención de interferir en la conciencia o atención del oyente, es decir,
que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje,
con algún fin determinado (simple información y/o la posibilidad de realizar
tareas en común).
En esta definición se resume el complejo proceso cognitivo que supone el
lenguaje. Primero, la creación de pensamientos, ideas o sentimientos adecuados
para su transmisión social. Esto conlleva un proceso de abstracción cognitiva sobre los estímulos
externos que nos llegan a través de los sentidos o de la memoria. Segundo, la producción de otro proceso cognitivo que sería la simbolización o representación de
tales ideas en mecanismos sensoriales que puedan ser recibidos por los otros
miembros de la sociedad. Tercero, la materialización de esa simbolización en los sentidos
adecuados (audición, visual y tacto). Todos se han usado, aunque el más
práctico ha sido el sonoro que, apoyado con la facultad de poder producir y
articular una gran cantidad de sonidos, es el más práctico.
Esta definición, junto con el complejo bagaje conceptual que conlleva,
no ha sido tenida en cuenta por los que lo estudian en la evolución del género Homo. No es el caso de la Psicología, pero su aislamiento doctrinal o
inadecuada articulación metodológica hace que en los medios paleontológicos y arqueológicos,
relacionados con los mecanismos evolutivos de la conducta humana, no se haya
tenido en cuenta hasta fechas muy recientes. En este sentido, en un actual
libro divulgativo de Arsuaga y Martín-Loeches (2013: 256) indicaban que el
lenguaje sería la capacidad de unir un signo (auditivo, visual, táctil o
gestual) con un componente semántico, con un concepto; es decir, la capacidad
para genera símbolos.
Cuando hablan del
lenguaje, se están refiriendo a las capacidades de abstracción, simbolización y
control de la articulación sonora, gestual o táctil. Así, al hablar de
evolución del lenguaje, hay que referirse a la evolución de estos tres procesos
cognitivos y no solo del aparato fonador o del cerebro en general sin
especificar nada. Por tanto, no hay “genes
del lenguaje”. Hay genes que posibilitan la producción de estos procesos cognitivos
y solo con su expresión y coordinación son capaces de producir el lenguaje.
La universalidad del lenguaje
Theodosius Dobzhansky |
Un claro ejemplo de esta diversidad teórica se
aprecia en las diferentes concepciones que del origen del lenguaje existen.
Sobre la forma en la que adquirimos tal propiedad no hay en la actualidad un
consenso adecuado. Una de las causas sería la persistencia de teorías
realizadas durante el siglo pasado, las cuales continúan en vigor en la
actualidad, posiblemente por falta de formas y métodos que señalen un camino y
eliminen otros con la seguridad que la ciencia exige. Las principales teorías son:
I.- Desde la visión de la Psicología cognitiva (procesamiento de la información) el
lenguaje que hablamos no forma parte de la herencia biológica, por lo que ha de
ser aprendido por medio de la herencia cultural. Hablar es haber llegado a un
grado determinado de maduración
neurológica y de integración
social capaz de permitir la praxis y la comunicación abstracta de la
misma. Lo que se hereda biológicamente es un conjunto de características
anatómicas y fisiológicas que facilitan la adquisición y el uso del lenguaje
(Merani, 1960; Miller, 1985). Así,
el lenguaje
es fruto del pensamiento, pero también es modulador del mismo, y ambos son
controladores de la acción y conducta humana (Bruner, 1984).
Noam Chomsky |
La idea de que se puede comprender el
funcionamiento del cerebro por la razón, siempre ha existido, pues se carecía
de otra forma de analizar cualquier característica psicobiológica humana. Los
avances de la ciencia en general y de la Neurología en particular, han cambiado
notablemente este parecer.En este sentido, Francis Harry Crick
(1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución
al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es
suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran
capacidad de autoengañarnos acerca del funcionamiento cerebral en relación con
el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro
es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. (Crick, 1987). El
desarrollo de la Neurología ha puesto en evidencia que utilizar simplemente
nuestro razonamiento, como único método de estudio de la conducta y el
simbolismo de nuestros antepasados, puede llevarnos a conclusiones erróneas.
En el caso del
lenguaje, y de los universales lingüísticos, pasa exactamente lo mismo. Su
análisis no puede limitarse a una interpretación racional (de la racionalidad
humana con unos niveles de desarrollo científico muy limitado) de los hechos
que observamos con nuestros sentidos. Las
capacidades cognitivas adquiridas por la evolución solo nos pueden ofrecer la
manera de adquirir, almacenar y procesar la información que existe en el medio
ambiente en el cual vivimos. Estas serían las cualidades básicas de nuestro
cerebro, además de regular y controlar la fisiología corporal. Por tanto,
sería el cerebro el que crea la base del lenguaje, que luego simboliza con
determinados sonidos (o gestos). Pero nuestro pensamiento sólo podrá funcionar
basándose en los conceptos, hechos, ideas, palabras y cualquier elemento
sensorial que haya sido vivido, memorizado y posteriormente recordado, para
poder ser procesado y realizar acciones consecuentes.
Siguiendo la
definición elaborada al principio y estas características neurológicas, el
lenguaje es la mejor forma de adquirir los elementos abstractos y/o simbólicos
de una sociedad, representando sólo la experiencia vivida en esa sociedad, ya
sea directamente o por procesos de combinación basados en anteriores vivencias.
De la interacción social que intenta crear
nuevas y mejores conductas de supervivencia y adaptabilidad medioambiental,
surge la necesidad de crear una forma de comunicación que permita transmitir a
los demás componentes del grupo las vivencias que cada individuo crea en su
relación con el mundo en el que vive (Bickerton, 1994; Bruner, 1984; Marina, 1998; Vygotski, 1920). El lenguaje, como consecuencia del intento de comunicar las acciones
humanas, es la simbolización de tales acciones. La acción es la base de la
propia estructura inicial de lenguaje y de la universalidad de su sintaxis,
pues es igual en todos los lugares.
Por
tanto, el lenguaje parece estar organizado alrededor de las circunstancias
que
rodean a la acción (verbo) (Bickerton, 1994; Bruner, 1988; Fillmore,
1968; Marina, 1998) lo que puede referirse con la siguiente expresión básica
(Rivera, 2006):
Sujeto (quién hace la acción) - Verbo
(acción) - Circunstancias de la acción.
Naturalmente,
todos y cada una de las abstracciones que configuran nuestro pensamiento y
lenguaje, no existen desde siempre, sino que ha sido preciso crearlas,
mantenerlas y trasmitirlas a las generaciones siguientes, por medio del
lenguaje de cada sociedad haya podido desarrollar.
La inmadurez neurológica y psicológica marca la gran diferencia
existente entre el aprendizaje del lenguaje en la infancia y
después del periodo crítico. En el primer caso lo que se produce es una
organización de las áreas de asociación terciarias en función de los estímulos
recibidos procedentes de otras áreas corticales. Nada hay que se oponga a la
producción de tal proceso (emotividad negativa, recuerdos anteriores, problemas
de atención, comprensión, aprendizaje, etc.), el proceso se basa en las enormes
capacidades receptivas, procesadoras y estructurales del niño. Todo queda
invertido en el caso del adulto, pues en él existen diversos procesos de
distinta elaboración que interfieren y dificultan la enseñanza de un segundo
lenguaje (falta de motivación, multitud de tareas que dificultan la atención,
poca dedicación, otros desarrollos cognitivos y culturales que dificultan tal
aprendizaje, etc.). En el niño se produce una estructuración psicológica
de base lingüística (lenguaje interno), mientras que en el adulto es un
aprendizaje en el clásico sentido de la palabra, utilizando áreas
cerebrales diferentes de las requeridas para el lenguaje materno (Kim et
al. 1997).La inmadurez neurológica en fundamental para el aprendizaje
lingüístico del niño (Gomila, 1995).
Conclusiones
La importancia del medio ambiente en el desarrollo definitivo de nuestro
cerebro es fundamental. Cualquier limitación de las influencias sociales
(racionales y afectivas) va a repercutir de una forma directamente proporcional
a todos los sistemas nerviosos humanos.
Lo que se hereda biológicamente es un conjunto de características
anatómicas y fisiológicas que facilitan la adquisición y el uso del lenguaje. Los
genes que posibilitan tales acciones son los que estaría relacionados con el
desarrollo del lenguaje, pero no puede hablarse de la existencia exclusiva de
genes del lenguaje, pues estas acciones son utilizadas por diversos procesos
cognitivos de diversa índole.
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3 comentarios:
Hola. Pretendía ojear el segundo de tus artículos pero, al menos a mí, el link no me lleva a ningún sitio (ni el de los otros). Podrías mirar si están correctos? Un saludo.
Hola Ana. Parece que tienes razón y no funcionaban. He vuelto a poner los link y funcionan los dos últimos, pero el de Espacio tiempo y forma aún no, puede que sea un error de su base de datos. Veremos mañana.
Gracias, ahora sí. En el perfil Blogger también tienes varios (ahora lo he visto), quizá sería interesante que funcionaran también esos. Un saludo.
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