Jason G Goldman es un escritor, investigador y científico cognitivo que escribe sobre biología y evolución en general y sobre la evolución del cuerpo en particular. En este artículo trata la cuestión de por qué unas criaturas tienen los ojos hacia los lados (palomas, gallinas vacas, caballos, cebras) mientras que otras los tienen hacia delante (monos, tigres, lobos, búhos o águilas).
Existe un compromiso en la ubicación de los ojos. Si los dos ojos miran hacia delante los dos campos de visión se solapan y este solapamiento - la diferente perspectiva de la escena que tienes delante que cada ojo manda al cerebro- permite percibir la profundidad. Los animales con un ojo a cada lado de la cabeza no tienen esta buen percepción de la profundidad pero son capaces de ver un enorme panorama, de 360º, a su alrededor.
La ubicación de los ojos probablemente evolucionó por diferentes razones en diferentes grupos de animales. Un caso muy particular es el de algunas tortugas que tienen ojos a cada lado pero procesan la información óptica como si los tuvieran hacia delante. La explicación parece ser su capacidad de retraer por completo la cabeza dentro del caparazón lo que hace que sus ojos sólo reciban luz del frente. Pero yendo al caso de los primates, que es el que más nos interesa a nosotros, ¿por qué miran hacia delante los ojos de los primates?
Pues hay varias teorías. La primera, de 1922, es de Edward Treacher Collins, un oftalmólogo británico, que propuso que se necesitaba visión binocular para saltar de rama en rama o para llevarse comida, como un fruta o un insecto, a la boca. Como nuestros ancestros primates escaparon de sus depredadores yéndose a vivir a los árboles necesitarían este tipo de visión para navegar saltando de rama en rama y aferrarse a ellas. Esta es la “hipótesis de la locomoción arbórea”. El problema con esta hipótesis es que muchos animales de vida arbórea tienen ojos en los lados de la cabeza, las ardillas, por ejemplo.
En 2005 el antropólogo Matt Cartmill propuso una idea diferente: “La hipótesis de la depredación visual”. A los depredadores les viene muy bien una buena percepción de la profundidad para localizar y calcular bien las distancias mientras persiguen o intentan atrapar una presa. Sin embargo a las presas les viene mejor una buena visión panorámica para detectar el peligro cuanto antes. Cartmill pensaba que su explicación era la más elegante porque explicaba también otros cambios evolucionistas propios de los primates. Los primates cazan con la vista, no por el olfato y Cartmill pensaba que esta reducciónn del olfato sería consecuencia de la disminución de espacio para la nariz al trasladarse los dos ojos al frente de la cara.
El neurobiólogo John Allman perfeccionó un poco la hipótesis de Cartmill al centrarse en la depredación nocturna. No todos los depredadores tiene los ojos hacia el frente, por ejemplo las mangostas, musarañas de árbol o los petirrojos. La contribución de Allman fue sugerir que la visión binocular era beneficiosa para criaturas que cazan de noche, como gatos y búhos porque pueden captar más luz que con los ojos a los lados. Y se da el caso de que los primates ancestrales eran también cazadores nocturnos y su adaptación a la depredación nocturna les llevó a tener los ojos hacia delante, característica que hemos heredado nosotros.
Pero tenemos todavía una hipótesis más. El neurobiólogo Mark Changizi ha propuesto la llamada “Hipótesis de la Visión de Rayos X” que dice que los ojos hacia delante nos permitieron ver a través de las ramas y hojas del bosque. El nombre tan chulo de la hipótesis se basa en un curioso fenómeno: si colocas un dedo en vertical delante de la cara pero fijas la vista en algo que está lejos verás dos copias de tu dedo y ambas copias parecen ser transparentes. Así, tendrías la capacidad de ver a través de tu dedo como si tuvieras visión de rayos X. El problema de no ver bien en la maraña de ramas y hojas del bosque les ocurre a los animales relativamente grandes, como los primates. Animales más pequeños, como las ardillas que hemos comentado antes, tienen una cabeza lo suficientemente pequeña para ver bien entre hojas y ramas. Y los animales más grandes que no vivan en bosques tampoco tendrían problemas con los ojos a los lados.
Por lo tanto, la cuestión de por qué miran nuestros ojos hacia delante no está definitivamente resuelta. Cada hipótesis tiene sus pros y contras, aunque las tres (saltar entre ramas, cazar insectos o ver a través de las ramas) tienen que ver con vivir en los árboles.
@pitiklinov
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